Obsolescencia programada: el desafío de un mundo que descarta demasiado rápido
La obsolescencia es uno de los grandes problemas de nuestra época. Los productos que usamos todos los días —electrodomésticos, computadoras, celulares— están diseñados para fallar antes de lo esperado. Se rompen rápido, dejan de tener repuestos y terminan siendo desechados. Esta práctica, conocida como obsolescencia programada, genera un impacto enorme en el ambiente y en la economía. Como muestra nuestro Circularito en el story time: su monitor dejó de funcionar antes de tiempo, un ejemplo claro de cómo la tecnología está pensada para fallar.

En Circularis lo sabemos bien. Cada día vemos cómo llegan a nuestras plantas toneladas de materiales que todavía podrían tener vida útil. La obsolescencia no solo se da cuando algo deja de funcionar. También existe la obsolescencia percibida: cuando dejamos de usar un producto porque “ya no está de moda” o porque surge una nueva versión más atractiva. El Circularito también lo vive: aunque el monitor aún podría repararse, ya no hay repuestos disponibles, y eso lo obliga a descartarlo.

La clave para frenar este ciclo está en la Economía Circular. No se trata solo de reciclar, sino de repensar desde el diseño. Un producto circular es aquel que puede repararse, refuncionalizarse y permanecer en uso la mayor cantidad de tiempo posible. Materiales fáciles de recuperar, piezas que se puedan cambiar y sistemas pensados para extender la vida útil. Eso es poner la sostenibilidad en el centro.
En Circularis trabajamos todos los días para demostrar que otra forma de producir y consumir es posible. Transformamos residuos en recursos, promovemos la reutilización y evitamos que toneladas de materiales terminen como basura. Frente a la obsolescencia, nuestra respuesta es clara: la circularidad. Como lo aprende el Circularito en su historia: detrás de cada producto descartado hay una oportunidad de diseñar mejor y aprovechar más los recursos.

El futuro necesita menos descarte y más innovación responsable. La obsolescencia no es un destino inevitable. Con la Economía Circular y la sostenibilidad como ejes, podemos construir un sistema en el que los productos duren más, los materiales se valoricen y el planeta respire un poco mejor.

